Así funciona la mente del ajedrecista
Fuente: ABC.es.
En su «Psicología del
jugador de ajedrez», Reuben Fine decía que «la índole matemática del juego confiere
al ajedrez un peculiar carácter sádico-anal». Sus teorías freudianas han sido
superadas, pero su esfuerzo por establecer «qué diferencia al ajedrecista de
los demás hombres» sigue vigente. Desde aquel 1956 e incluso desde las
investigaciones del francés Alfred Binet a finales del XIX, no pocos han
intentado determinar cómo funciona la mente del ajedrecista.
Hay mucho de mito en la
creencia de que los grandes maestros tienen un cerebro superior. En su libro
«Cómo la vida imita al ajedrez», Kasparov afirma que «es natural que los
ajedrecistas piensen que la aptitud para el ajedrez es sinónimo de gran
inteligencia e incluso de genialidad, pero desgraciadamente hay pocas pruebas
que avalen esa teoría». O como exclamó Nimzovich tras una derrota: «Dios mío,
¿cómo he podido perder con este imbécil?». El mismo Fine fue un brillante
jugador y como psicólogo creía que la homosexualidad podía «curarse».
La intuición del experto
Los estudios se han
sucedido en el último siglo sin poder ligar de un modo concluyente inteligencia
y habilidad ajedrecística. Los maestros ni siquiera se distinguen en su forma
de pensar sobre el tablero. Fernand Gobet (de la Universidad de Nottingham) y
Peter J. Jansen (Carnegie Mellon) afirman que «no hay mucha diferencia entre la
búsqueda de un maestro y de un aficionado. La principal es que el segundo
presta mucha más atención a jugadas malas o deficientes». Es decir, si en algo
destacan los expertos no es en cómo analizan, sino en lo que llamamos
intuición, que los lleva a descartar en segundos la inmensa mayoría de
posibilidades. Su «olfato» les permite concentrar sus limitados recursos en el
buen camino, mientras el neófito da palos de ciego por el tupido árbol de
variantes.
En otro estudio realizado
el año pasado en Oxford con 57 jóvenes «cobayas», Merim Bitalic descubrió que
si bien es cierto que a edades muy tempranas la inteligencia puede predisponer
hacia el ajedrez, entre jóvenes y adultos la correlación desaparece. Incluso
los niños más listos que destacaban al ajedrez eran superados de mayores por
otros con menor cociente intelectual.
Resonancias magnéticas
La mayoría de
investigadores concluyen que la superioridad del ajedrecista se asienta sobre
el conocimiento y no sobre su capacidad analítica. William Bart y Michael Atherton,
de la Universidad de Minnesota, establecieron en 2003 mediante resonancias
magnéticas que durante el juego se activan más las áreas cerebrales encargadas
de la resolución inteligente de problemas en el caso de los novatos.
Los maestros, más que pensar
(que también lo hacen) recurren a conocimientos ya almacenados. Se estima que
un maestro ha acumulado mediante la práctica y el estudio entre 10.000 y
300.000 fragmentos de conocimiento, patrones que el sistema neuronal relaciona
al instante con lo que sucede sobre el tablero. Eso explica, por ejemplo, por
qué su capacidad para recordar posiciones es muy superior cuando éstas son
«lógicas» o proceden de partidas, mientras que si se colocan las piezas al azar
su memoria es, de repente, tan mala como la de cualquier mortal.
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